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La cuestión que se plantea aquí es fundamental. Ella ha sido planteada por la primera vez por Leibniz en 1740. Se pregunta por qué hay un mundo siendo que bien pudiera haber nada en su lugar. El se interroga sobre el enigma del Ser: ¿Cómo puede ser que existan las cosas ya que sería más simple que no existiera absolutamente nada en este mundo?
Esta cuestión, aunque pudiera parecer ingenua e infantil, es fundamental. Es la primera cuestión a la cual cada uno tendría que estar confrontado: ¿Porqué el Ser? ¿Por qué existe el Ser en lugar del vacío o de la nada? Esta cuestión está en Resla base de nuestra comprensión del mundo. Es la primera y de ella derivan una multitud de otras cuestiones sobre el sentido de la vida, sobre la manera de actuar, sobre las relaciones sociales, etc.
Puesto que esta cuestión está en el fundamento de nuestra visión del mundo, cuando se buscan los principios que le dan vida, llegamos a una cuestión de naturaleza metafísica. De allí, no es sorprendente que la respuesta de Leibniz haga intervenir el Ser supremo, Dios, y retome el camino de la metafísica expuesta por primera vez por Aristóteles.
El análisis de Leibniz va permitirle dar una respuesta a esta cuestión aparentemente sin solución. El presupuesto subyacente en esta cuestión es que las cosas existen. Hay cosas y ellas constituyen el Ser mientras que la nada absoluta no puede ser de este mundo. Entonces, si hay cosas en lugar de un nada más fácil y evidente, debe haber a ello una razón. Esta razón, incluso si ella es inaccesible, debe ser buscada remontando lo más posible en la existencia de las cosas, a su origen. ¿Porqué hubo creación en un momento dado? Entonces naturalmente Leibniz va hablar de Dios. Si hay cosas, debe haber una razón, y esta razón se encuentra en Dios el creador.
Pero ¿Porqué hay algo en lugar de nada? Hay que preguntarle a Dios, aquél que, con toda certeza, ha creado las cosas existentes, aquél que ha dado el Ser al mundo. Y Dios existe forzosamente porque hay cosas en el mundo. La existencia de estas cosas pone en evidencia la existencia de Dios, puesto que hay que dar una razón a su existencia. Si Dios no estuviera allí, las cosas no existirían, puesto que no habría ninguna razón para justificarlas.
Incluso Leibniz hace seguir una segunda interrogación de esto: ¿Porqué el mundo es así y no de otra manera diferente? ¿Cuál es la razón por la cual las cosas son tales como ellas son y porqué no son diferentes? Asegurando la idea de la existencia de Dios con la primera cuestión, Leibniz asegura que el mundo es asi porque Dios, en su infinita bondad, ha elegido el mundo más perfecto para su creación, el mejor de los mundos posibles.
Leibniz siempre sostuvo una multiplicidad de puntos de vista sobre el mundo y su pensamiento refleja ese pluralismo. Pero una constante remarcable entre esa diversidad es la critica a Descartes.
Descartes hace del cogito (la certeza de su propia existencia como ser pensante) la primera verdad indudable. Para Leibniz el cogito no tiene prioridad. Las verdades de razón están fundadas sobre los principios lógicos de contradicción y del tercero excluido, mientras que las verdades de hecho no solo están fundadas sobre el cogito sino también sobre la diversidad de la experiencia.
Leibniz pretende construir una lógica que no se reduzca solamente a la teoría del silogismo de Aristóteles. La Lógica debería ser una lengua universal capaz de producir una ciencia general mediante axiomas (proposiciones primeras) y reglas. Contra los empiristas, Leibniz piensa que con una lógica semejante se puede producir un conocimiento necesario y universal.
El orden del mundo solo es posible gracias a la armonía que Dios a preestablecido entre los seres. De eso puede deducirse que el mundo es exactamente lo que debe ser. No hay un mundo mejor posible. Esta metafísica un poco pueril ha sido caricaturizada por Voltaire en Cándido.
(1) LEIBNIZ G., Principios de la Naturaleza y de la Gracia fundados en la razón, 1740.
(2) LEIBNIZ G., Monadologia, 1714
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