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La adivinación es el arte o el poder de revelar lo que está oculto, de lo que depende la vida o la muerte, la felicidad o la desgracia, la buenaventura o la perdición. Descubrir lo que está oculto en el avenir es un arte que se aprende o es un don excepcional, un poder que se ha recibido. Es importante no confundir las dos cosas. Existen en efecto, dos clases de adivinación, la adivinación inductiva y la adivinación inspirada.
La adivinación inductiva o razonada es un arte que utiliza ciertas técnicas más o menos complejas que es necesario aprender. Es una adivinación artificial, que para caracterizarla la llamamos Arte Adivinatorio o Mántica, cuyas técnicas son muy variadas (Tarot, I Ching, Runas, borra de café, vuelo de las aves, formas de las nubes, líneas de las manos, quiromancia, etc…) y las llamamos mancias. Por otro lado, la adivinación inspirada es un don, un poder considerado sobrenatural, cuyas expresiones más famosas son la profecía y la videncia.
Nuestras costumbres religiosas, nuestra cultura con tendencias laicistas y nuestros prejuicios cientificistas, a veces nos inclinan a oponernos con firmeza a los adivinos y a los profetas. Sin embargo, tanto unos que otros, participaban de una manera esencial en el oráculo (1). Es el oráculo expresado de maneras diferentes, por signos exteriores o por una inspiración interior. Existen numerosas formas mixtas donde se combinan el arte (mancia) y la videncia. Además existen numerosos métodos para provocar la inspiración.
Es un error considerar que las dos formas de adivinación son excluyentes una de la otra. La exclusión de una forma de adivinación para favorecer la otra son propios de concepciones religiosas y filosóficas bien diferentes. Cuando Platón, hace una clara distinción entre mantiké, la videncia natural, y la oiónistiké, la adivinación artificial, describiendo las diferencias entre una y otra, y declarando la primera más digna y perfecta que la segunda, opta por una religión mística e interior. Cuando Jesucristo enuncia signos precursores de la presencia divina (milagros, expulsión de demonios,…), se coloca como un profeta inspirado que funda sobre él mismo la experiencia divina.
Los diversos sistemas religiosos y filosóficos pueden distinguirse según los métodos de revelación que privilegian. La adivinación inductiva o inspirada concierne al conocimiento, al descubrimiento de un secreto del destino o la meta de un evento. En todo caso, lo que se busca no es algo que siga necesariamente una serie causa-efecto, sino más bien algo contingente que está en ciernes: el presagio. (2)
“Es en el espíritu donde reside la capacidad de presagiar, la cual se infunde desde el exterior y se recibe por voluntad divina. Si esta capacidad llega a prender con mayor viveza, se llama ‘delirio’, cuando el espíritu, una vez desligado del cuerpo, cae en trance bajo la instigación divina.
Ver Cicerón
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