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El oráculo es un mensaje que los antiguos griegos y romanos se imaginaban recibir de un dios al que habían consultado. Generalmente este mensaje se refería a un acontecimiento futuro o esperado. Por extensión, el oráculo también se refería a ese dios, a un lugar, a una estatua, a un santuario o a un símbolo del cual provenían esos mensajes y finalmente también concernía al método utilizado para obtener tal mensaje de los dioses. Por ejemplo, los oráculos de Sibila, los oráculos de Sibila, las predicciones atribuidas a las Sibilas. Los oráculos solían ser ambiguos. Recibir, hacer oráculos, explicar, interpretar los oráculos… Los oráculos solían ser ambiguos o incoherentes.
Oráculo viene del latín oraculum y este del verbo orare (hablar). La palabra se forma con el sufijo -culum / culus, que la mayoría de las veces es un diminutivo o una inflexión indicando un instrumento o medio. En ese sentido tiene una doble acepción, en tanto que “hablar divino” proveniente de los dioses y de indicio, en tanto que “breve mensaje oral” que debe ser interpretado. Ese es el sentido de “adivinar”
En la antigua religión romana el augurio era una predicción de buenas o malas noticias para el futuro. Era un mensaje enviado por los dioses que debía ser elucidado por los augures con el fin de determinar una conducta o una acción a efectuar para satisfacer la voluntad de los dioses.
Los augures eran sacerdotes que practicaban oficialmente la adivinación, y que interpretaban de la voluntad de Júpiter (*). En la época romana las principales cuestiones no se resolvían sin antes consultar los augures, para asegurarse del acuerdo favorable con lo divino. Pero el método de los augures no era el único modo de indagar sobre la voluntad de los dioses. Existían también los libros sibilinos y el extispicio que también eran otros procedimientos usados por los sacerdotes para escudriñar los designios divinos.
Los augurios eran interpretados principalmente a partir del canto y del vuelo de pájaros (ornitomancia) y de la manera cómo comían. Para los fines de predicción se usaban también las entrañas de animales sacrificados y la interpretación de los fenómenos celestes, tal como el ruido de los truenos (brontomancia). De éstos y de otros prodigios provenía la disciplina etrusca, que era el conjunto de prácticas adivinatorias y que están descriptos en los libros de los augurios (libri haruspicini) y en las interpretaciones del rayo y del trueno (libri fulgurates).
(*) El dios latino Júpiter es el equivalente del dios Zeus de la mitología griega.
El amplio concepto de “oráculo” ya estaba expresado por los griegos con las palabras μαντεῖον y χρηστήριον. A primera vista, puede parecer extraño que haya en Grecia, tan pocos oráculos del dios Zeus, el padre y gobernante de los dioses y los hombres. Según la creencia de los antiguos, el propio Zeus fue la primera fuente de todas las revelaciones oraculares, sin embargo, estaba demasiado por encima de los hombres para entrar en una relación directa con ellos; por lo tanto, otros dioses, especialmente Apolo, e incluso ciertos héroes, actuaban como intermediarios entre Zeus y los hombres, a través de los cuales comunicaba su voluntad.
El hecho de que los antiguos consultaron la voluntad de los dioses en todas las ocasiones importantes de la vida pública y privada, surgió en parte del deseo universal de los hombres de conocer el tema de lo que van a emprender, y en parte del gran respeto por los dioses, tan peculiar de los antiguos, que los llevó a no emprender nada de importancia sin su sanción. Se debe tener en cuenta que un oráculo no solamente una revelación para satisfacer la curiosidad del hombre, sino al mismo tiempo era una sanción y una autorización de la deidad de lo que el hombre tenía la intención de hacer o de no hacer.
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